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TU ANDAR DIARIO: ESPERAR Y APRESURAR LA VENIDA DEL SEÑOR

CONVERSIÓN

Esperad y apresurad la venida del Señor (…) esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. (2 Pedro 3, 12-15a. 17-18)»

Reflexión

La esperanza cristiana radica en el gozo del cumplimiento de todas las promesas de Cristo; una de ellas, su segunda venida. Es de lo que nos habla la 2a Carta de Pedro, y a nosotros, los cristianos, nos corresponde «esperar» con confianza, aunque no de una manera pasiva, sino, más bien, viviendo de manera activa en el cumplimiento de su enseñanza de modo que nuestro obrar y palabras atraigan a otros a Dios, pero para llegar a ese seguimiento de Cristo hemos de eliminar de nuestra vida todo aquello que obstaculiza nuestro caminar según su propuesta de salvación; esto es, no dejarnos llevar por placeres, gustos, la vanidad, el egoísmo, la arrogancia o las ideologías que propone el mundo y que nos enceguecen, abstenernos de proyectos y abandonar los malos hábitos que dominan nuestra voluntad y contradicen los mandatos de Dios. Lo anterior nos lleva a «apresurar la venida del Señor» si, además, incrementamos la práctica renovada y frecuente de la oración y alimentamos día a día el anhelo de conocer, amar y servir al Señor.

La oración es imprescindible en la vida del cristiano puesto que ella nos lleva, no solo a manifestar a Dios nuestros deseos o aspiraciones, sino que nos conduce al conocimiento del propósito que el Señor desea para nuestra vida.

Sabemos que el Señor no es indiferente e nuestros anhelos, pero también sabemos que, en su perfecta Voluntad, dispone para nuestra existencia todo lo que más conviene a nuestra salvación. Pedimos que, por bondad de Dios, el Espíritu Santo nos lleve a comprender que trabajamos en esta tierra no solamente para los bienes temporales, sino para «la tierra nueva y para el cielo nuevo», para la eternidad. Y no podemos olvidar que Dios, en su infinita Misericordia, es extremadamente paciente con nosotros, pero tenemos que buscarle con prontitud porque no sabemos el día ni la hora en que el Señor venga y seamos llamados ante su presencia para dar cuenta de nuestra fe, de nuestra vida y para entregar a Él los frutos que hayamos cosechado de los dones que ha puesto en nuestras manos. Amén.

Marynela Florido S.

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