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El Mundo de los Valores

Santo Domingo de Guzmán – Apóstol de la Verdad

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Lecturas: 2 Timoteo 4, 1‑5: “Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo…” / Mateo 5, 13‑16: “Ustedes son la sal de la tierra… la luz del mundo… que brille su luz delante de los hombres…”.

Hoy celebramos a Santo Domingo de Guzmán, hombre encendido por el Evangelio, contemplativo en la acción, apóstol de la Verdad. En él vemos encarnado el Evangelio de dos maneras que resuenan profundamente en nuestras lecturas de hoy.

Predicar “a tiempo y a destiempo” (2Tm4).

San Pablo exhorta a Timoteo, y a cada discípulo, a anunciar la Palabra con valentía y fidelidad sin medir las circunstancias. Santo Domingo vivió esta urgencia del Evangelio con radical entrega: rechazó honores y cargos eclesiásticos, y prefirió ser un hermano entre hermanos, predicador itinerante, cercano al pueblo; su celo no dependía de la conveniencia, sino de la urgencia del anuncio del Reino. Su celo apostólico no se apoyaba en el afán de resultados inmediatos, sino en una vida tejida de oración, estudio, pobreza y comunión fraterna. Vivía con sobriedad evangélica, construía vínculos desde la fraternidad y servía con humildad, convencido de que solo así la predicación se vuelve fecunda.

 Ser luz en medio de la oscuridad.

Jesús nos dice en el Evangelio: “Ustedes son la luz del mundo… que su luz brille delante de los hombres” (Mt 5, 14‑16). San Juan Crisóstomo lo explica maravillosamente: si la virtud es grande, no puede ocultarse; incluso la calumnia no puede apagarla; Dios será glorificado por medio de nuestra luz sostenida en una vida irreprochable.

 

Santo Domingo fue, literalmente, portador de esa luz. En la iconografía tradicional, aparece con una estrella en la frente, símbolo de la claridad de su mente y su alma, y con un perro que lleva una antorcha encendida en la boca. Ese perro, según una antigua visión que su madre tuvo antes de concebirlo, salía corriendo por el mundo con una antorcha en llamas, como signo de la misión que Domingo llevaría a cabo: incendiar el mundo con la luz del Evangelio.

No es un detalle menor. Esa antorcha simboliza el fuego de la Palabra, el ardor por la verdad, la claridad que vence el error. Domingo fue esa luz humilde y ardiente que, desde la oración, el estudio, la fraternidad y la pobreza, ayudó a muchos a encontrar a Cristo en medio de las tinieblas del error y la confusión. Es el modelo del discípulo que no se guarda la luz para sí, sino que la ofrece con ternura y convicción.

La comunión fraterna como espacio de luz creciente.

El Papa Francisco resaltaba que Domingo, junto a Francisco de Asís, concibió una Iglesia vivida como fraternidad, abierta, sinodal, capaz de adaptarse sin perder comunión

Esa fraternidad es signo profético: la Iglesia que ilumina no trabaja en solitario sino en unidad, donde los carismas: “predicationem dominicana, pobreza franciscana” convergen en el servicio al Evangelio.

Los Padres.

Nos recuerda san Clemente: necesitamos un “verdadero Profeta”, que ilumine los corazones para ver la verdad y caminar hacia la salvación.

Cristo es esa Luz, y Santo Domingo fue testigo y portador de esa Luz: humilde, estudioso, apasionado.

El Papa Francisco ha señalado que la vida fraterna, la sinodalidad y la apertura al Espíritu son claves del testimonio evangélico hoy. En Domingo y Francisco encontramos dos caminos que, sin confundirse, convergen: ambos concibieron una Iglesia vivida como fraternidad abierta, en comunión, en escucha del Espíritu y en salida. Esa fraternidad, cuando es auténtica, se vuelve signo profético: la Iglesia que ilumina no trabaja en solitario, sino en unidad, donde los carismas, la predicación dominicana y la pobreza franciscana, se complementan y sirven juntos al anuncio del Evangelio.

Conclusión práctica:

  • Como Domingo, dejémonos enviar sin medir el éxito, rezando y predicando con integridad.
  • Como Francisco, dejemos que la pobreza interior nos haga servidores alegres, capaces de dar sin esperar nada.
  • Como hombres y mujeres de luz, vivamos la fraternidad como reflejo del Reino, en unidad, sencillez y oración.

Que Santo Domingo de Guzmán nos inspire hoy a ser sal que da sabor, y luz que no se oculta, sino que arde en el camino del Evangelio.

Oración final

Señor Jesús, tú que encendiste el corazón de santo Domingo
con el fuego de tu Palabra y el amor por la verdad, haznos también a nosotros buscadores incansables de tu rostro
y testigos valientes de tu Evangelio.

Concédenos anunciar con humildad y alegría lo que contemplamos en la oración, y vivir como hermanos, pobres y alegres, al servicio de tu Reino.

Por intercesión de la Virgen María, Reina del Rosario y de nuestro hermano santo Domingo, enciende en nosotros la luz que ilumina sin quemar, la fe que se traduce en compasión y el celo que edifica en la paz.

Amén.

 Marynela Florido S. 

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