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El Mundo de los Valores

ESTÍMULO DE LAS OBRAS BUENAS

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Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras

  1. Fijémonos. Vivimos de forma apresurada, sin preocuparnos de la situación de los demás o de los desgarros que puede causar en el corazón de los otros. La indiferencia o el desinterés nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la esfera privada. Pero el texto bíblico nos exhorta a estar atentos los unos a los otros. Ignorar la suerte de los hermanos puede ser nuestro pecado más grave. Hablamos mucho de solidaridad, pero olvidamos la fraternidad. Sólo la fe nos hace descubrir en el otro a un hermano. «Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón». Y la compasión nos llevará a descubrir las necesidades materiales de los demás: Pero también sus fallos morales para ofrecerles el don de la corrección fraterna.
  2. Los unos en los otros. Con razón dice el Papa Benedicto XVI que «una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida». Humanamente no podemos vivir aislados. Y cristianamente, sabemos que pertenecemos a un mismo cuerpo. «Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación». Mis pecados envenenan el aire que los demás respiran, como decía el protagonista de la novela «El diario de un cura rural» de Bernanos. Los pecados de los demás son zancadillas que dificultan mi camino, pero su bondad me acompaña y me anima. Todos colaboramos a mantener la esperanza de los demás.
  3. «Para estímulo de la caridad y las buenas obras». El estímulo al bien es la clave de la caridad y de la fraternidad. No hemos sido puestos en el mundo para acomodarnos en la pereza. Hemos sido llamados a caminar juntos en la santidad. «El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios». Hay que superar la tentación de la tibieza y recordar nuestra vocación a la santidad. No todo lo que somos se reduce a las obras que hagamos. Pero no podemos dejar de practicar el bien, teniendo en cuenta que el bien ha de ser bien realizado. «Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10)». Buen recordatorio para este tiempo santo de preparación a la Pascua.
    (Benedicto XVI).

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